martes, 14 de agosto de 2007

Los orígenes de mi fanatismo I

En mi familia paterna sucede algo muy curioso: casi todos son aficionados al América excepto mi madre y yo. Ella le va a los Pumas de la UNAM (gracias a mí), y yo al Guadalajara. ¿Por qué se dió algo así si todas mis principales influencias futbolísticas provenían de mi familia paterna? No lo se ni puedo explicarlo, pero sí les puedo garantizar que mi antagonismo con los azulcremas es muy real y se remonta a los orígenes mismos de mi afición por el deporte.



Mis primeros recuerdos futbolísticos son de la década de los 80's (soy del 75). En el ámbito nacional el Puebla para mí era desconocido y mi equipo favorito del torneo nacional, seguramente influenciado por el mundial próximo, era el Atlético Español. No recuerdo quiénes jugaban ni cómo lo hacían; lo que sí recuerdo es que llegué a tener un uniforme que se quemó en una carne asada en Querétaro en casa de mis primos cuando me saltó una chispa del fuego.

También fui aficionado a los Coyotes del Neza (me gustaba mucho su uniforme amarillo con rojo y negro), a la Jaiba Brava del Tampico Madero y a los Pumas de la UNAM, aunque siempre le guardé un especial cariño a las Chivas Rayadas del Guadalajara.

Fui aficionado a los Pumas pricipalmente porque fueron campeones en el 80-81 y porque jugaron con leyendas que fueron mis ídolos del momento como Cabinho, Hugo Sánchez (antes de ser estrella internacional, mamón y hablador), el Tuca Ferreti, Manuel Negrete, Rafael Amador, Olaf Heredia y hasta Enrique López Zarza. Y le ganaron ese campeonato al Cruz Azul de manera contundente con un 4-2.



Unos recuerdos muy especiales de la época tienen que ver con el mundial España 82 en el que cuatro personajes llamaron poderosamente mi atención: Grzegorz Lato, jugador de esa legendaria selección polaca que obtuviera el 3er lugar en el mundial y que después llegó a jugar al Atlante de nuestro país; Luis Miguel Arconada, arquero español de buena fama, aunque su momento cumbre fue poco después durante la Eruo 84; Paolo Rossi, atacante italiano que tal como su selección pasó de ser una promesa, a ser el campeón goleador en el mundial y el mejor jugador; y el Naranjito (me impresionaba que una naranja pudiera sonreír y jugar al futbol).



Por supuesto que mi selección favorita en ese mundial fue España al no estar presente México, y después Polonia, cuando España fue eliminada. Argentina en esos momentos no figuraba en mi panorama futbolístico, Holanda no calificó al mundial y la República Federal Alemana tenía un nombre muy largo y poco práctico para recordarlo.



Mi afición a los Pumas se mantuvo algunos años más reforzada por el hecho de que la selección del mundial México 86 tenía como base el equipo universitario e incluso el técnico Velibor "Bora" Milutinovic, había sido jugador de la UNAM.



Sin embargo, mi fanatismo fue decayendo cuando los buenos resultados comenzaban a escasear debido a que torneo tras torneo, los nuevos valores que surgían de la cantera universitaria eran vendidos a otros equipos y un torneo largo no era tiempo suficiente para que los novatos pudieran acoplarse al primer equipo y ser factor positivo.

Ya ni siquiera el campeonato del 90-91 fue suficiente para mantener mi fidelidad, muy a pesar de que la víctima en esa ocasión fueran mis odiadas Águilas del América con el famoso zurdazo del Tuca. En ese momento mi corazón ya empezaba a denotar los colores rojo, blanco y azul que caracterizan mi actual afición al verdadero equipo de México, aunque de esto hablaré en mi próxima entrada.

La Flama Garibay

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